miércoles, septiembre 24, 2008

El Bosque Oscuro

Al final de nuestra primera jornada de viaje, el sendero nos llevó a los lindes de un bosque. Como queríamos adelantar tanto en nuestro viaje como pudiéramos, decidimos adentrarnos en el bosque antes del anochecer para acampar.

Cuando nos aprestábamos a dividir las tareas del campamento, Thellor no tuvo mejor idea que ponerse a bailar. Lo que sucedió luego nos hizo suponer que debía estar bajo el influjo de una presencia sobrenatural, pues es lo único que podía justificar una acción tan estúpida.

Lo cierto es que unas luciérnagas que inocentemente volaban por las inmediaciones comenzaron a circunvalar a nuestro compañero, y luego de eso no paró de bailar. No importa cuánto gritáramos ni qué le aventáramos -pues le tiré una piedra y resulta ser que no medí bien mi fuerza y le lastimé una pierna, pero no por eso dejó de bailar.

Finalmente Krups intercedió y lo ató, intentando inmovilizarlo. Thellor seguía retorciéndose al ritmo de una música invisible, pero finalmente se dignó a quedarse quieto y con Kephos lo cargamos hasta la carpa.

Xeros y yo recogimos madera y armamos la tienda junto al sendero mientras Krups salía a cazar. Kephos, por su parte, fue a buscar agua a un arrollo cercano.

La rutina del campamento seguía sin contratiempos. Prendimos la hoguera con la madera del bosque y, en lugar de escuchar el crack del fuego consumiendo a la madera, se oyó un alarido de dolor, seguido de varios chillidos y remilgos.

Aquí hago un impaz en el relato, pues debo decir que los he engañado. Al comienzo de mi historia dije que éramos valientes. Mentí alevosamente... Sigamos con la historia.

Al escuchar esas expresiones de dolor salir de la madera, sentí que el sudor frío me recorría toda la espalda y la cara, y solté un grito de pavor sólo comparable con... Bueno, con otros que pegué más adelante durante las aventuras.

Apresuradamente apagamos la madera y los que estaban conscientes se pusieron a discutir sobre los pasos a seguir.

“¡Vayámonos a la mierda!” dijo Xeros, utilizando modismos propios de su tierra y que los demás desconocíamos. “No podemos quedarnos acá; el bosque está claramente encantado y no creo que sobrevivamos una sola noche”.

“¿Y a dónde vamos a ir?” intercedió Krups. “Que nos subamos a los caballos no va a hacer que dejemos de estar en el bosque y sea de noche. Mejor esperemos aquí y partamos al amanecer.”.

Kephos intervino “Concuerdo con la dama. No podemos irnos con un herido y tampoco podremos correr mucho con la mula a cuestas. Hagamos guardias de a dos, por las dudas”.

Yo me abstuve de opinar, pues el miedo seguía siendo demasiado. A regañadientes acepté la idea, pero el primer turno lo tomaron Krups y Xeros.

Me metí en la carpa y me vi presa del cansancio, por lo que me recosté intentando no incordiar al aún loco Thellor.

Despierto sacudido por Krups, quien me manda a hacer guardia. Xeros intenta despertar a Kephos, sin mucho resultado.

"Como si con la madera no alcanzara, ahora hay voces en la oscuridad, y este enano de mierda no se levanta" le oigo murmurar al mago, por lo que el cabello de la nuca se me empieza a erizar mientras le pregunto "¿Qué voces?".

-Ayudame a despertar a este enano, que les toca a Uds. hacer la guardia- me responde secamente.

-¿De qué voces hablabas?- vuelvo a inquirir.

Kephos despierta -no de muy buen humor, cabe aclarar- y nos mandan a hacer la guardia correspondiente, acallando mis preguntas sobre las voces.

Muy a mi pesar, sería respondida muy pronto.

Para intentar quebrar sordo murmullo del bosque tratando de iniciar alguna conversación con Kephos, pero el muy testarudo simplemente me ignoraba. Evidentemente, temas como ¿Por qué tenés el pelo naranja y estás todo tatuado? no estaban entre sus preferidos para pasar el tiempo durante una guardia.

Sin embargo, cuando le pregunté si no creía que debiéramos estar yéndonos ya de ese lugar infernal, obtuve un "Si" por respuesta. Desafortunadamente, dicha respuesta provino de atrás mío, y tenía un tono bastante más sepulcral que el usado por el enano.

-¿Dijiste algo?- le pregunté

Ante su negativa, me di vuelta, esperando hallar a Xeros jugándome una broma, sólo para encontrarme con el paisaje del bosque.

Nuevamente, el pánico se apoderó de mí. Soy un guerrero. Las cosas sobrenaturales son terreno de los magos y hechiceros. A mí denme un montón de enemigos para cortar y seré feliz.

Me metí rápidamente en la carpa y sacudí a Xeros al grito de "¡Hay algo hablando ahí afuera!".

-Ya lo sé.- fue su respuesta. -Ahora andá a asegurarte de que no nos hagan nada a los que ¡YA HICIMOS LA GUARDIA!-

Salí otra vez de la carpa, con el miedo por todo el cuerpo, sólo para encontrarme con Kephos con la mirada perdida en el bosque.

-Hay alguien allí- me decía, apuntando con su hacha a los árboles.

-No veo a nadie- le respondí, intentando discimular el miedo en mi voz.

-Voy a ver qué hay- dijo dirigiéndose ya al lugar al que había señalado antes.

Entrecerré mis ojos, intentando reconocer algo en la oscuridad -futilmente, cabe aclarar-, hasta que aun la figura de Kephos se perdió.

Me vi presa de la desesperación. No únicamente por hallarme solo en un bosque tenebroso y encantado, sino también porque en ese instante sentí un frío dedo que me recorría la espalda. Y no esa sensación de escalofrío que se siente cuando estamos dando tumbos sobre nuestras posaderas del miedo que tenemos; sino un dedo físico que me tocaba.

Lentamente me volteé para ver quién andaba, haciendo un gran esfuerzo de voluntad para no gimotear como niño pequeño. Esfuerzo completamente desperdiciado, porque al no encontrar a nadie a mis espaldas entré en pánico, lisa y llanamente.

No sé cómo conseguí acallar un grito de espanto, pero el esfuerzo dio sus frutos, pues no tuve más encuentros escalofriantes... Hasta que al rato Kephos volvió y me contó que había encontrado una mujer árbol.

Mi memoria es vaga respecto a esos hechos, porque fue el colmo para mi sistema nervioso y terminé colapsando.

Al día siguiente, un amargado Xeros me despertó con un puntapié en las costillas. Aparentemente, él tuvo que continuar mi guardia, además de hacer la suya...

Al parecer no hubieron más incidentes durante la noche. O al menos, ninguno que mis compañeros quisieran recordar.

Thellor despertó al alba y no conseguía entender por qué estaba totalmente atado, ni el porqué del agudo dolor en la pierna. Cuando le contaron lo sucedido intentó ajusticiarme, pero un patente renqueo le impidió alcanzarme. Aparentemente la piedra golpeó un poco más fuerte de lo que debiera, porque nuestro ladrón favorito anduvo rengo el resto de la aventura.

Krups cazó nuestro desayuno -dos conejos. Con temor nos animamos a encender una nueva hoguera, pero esta vez no ocurrió nada extraño. Tras una rápida ingesta, curé y guardé uno de los conejos en las alforjas.

Entonces sí, finalmente, retomamos el camino y nos dispusimos a salir de aquel horrible lugar.
Cuando a la hora de almorzar metí la mano en la alforja para sacar el conejo, sentí algo peludo que me la rozaba. Como imaginarán después de haber leído todo esto, mis nervios no estaban exactamente en su lugar, por lo que pegué un grito y vi cómo un roedor se llevaba los restos de conejo que le quedaban sin comer. Aparentemente, si uno no cierra correctamente los contenedores de comida, pequeños bichos peludos se verán SIEMPRE tentados a entrar a comer.

Mientras los demás me insultaban de diversas formas, hambrientos retomamos el camino.

Al anochecer llegamos al pueblo sin nombre que tantas desventuras ya nos había causado...

Prólogo

Capítulo I
Una misión | El Bosque Oscuro | El Templo de la Llama Negra

Capítulo II
La Ciudad | El Camino de la Montaña | El Templo de la Diosa

Capítulo III
¿?
| ¿? | ¿?

jueves, septiembre 04, 2008

Una misión

Era una mañana como tantas otras en el calabozo. Mis “compañeros de cuarto” ya se habían levantado y el sol entraba entre los barrotes de la ventana que daba al patio.
Si no fuera porque era la fecha de nuestra ejecución, habría sido un día normal.
Esperábamos que vinieran guardias de brillante armadura a arrastrarnos al patio para terminar con nuestras miserables vidas, pero en su lugar, al abrirse la puerta aparecieron cuatro guardias de armadura negra y enormes espadas que se dispusieron de manera de cubrir todos los ángulos de la celda. Una vez ubicados, entró un hombre de elegantes ropas y altivo porte que simplemente se limitó a espetarnos un “vengan conmigo”.
Algunos dudaron un instante, pero en esa fracción de segundo, los guardias tensaron sus músculos y sujetaron el mango de sus espadas. Si eso no es motivación suficiente para acatar la orden, no sé qué lo será.
Fuimos escoltados hasta una amplia recepción donde había dispuesto un banquete. Ok, tal vez no fuera tanto, pero era mejor que la comida de la prisión.
Disfruten.- nos dijo el hombre bien vestido -Van a necesitar la energía-.
Antes de comenzar, corresponde que me presente. Soy el Senescal de Altdorf, ciudad Capital del Imperio. Algunos de Uds. se preguntarán por qué los he hecho traer hasta aquí.- dijo mientras comíamos como si fuera nuestra última cena. -Verán, tenemos un pequeño problema con uno de los pueblos cercanos a la frontera: hace ya unos meses que no han enviado el tributo correspondiente a la Corona Imperial; y consideramos que podríamos usar gente con sus... Habilidades... Para averiguar qué pasó.
Estábamos todos confundidos entre el miedo y la excitación ¡Finalmente íbamos a salir de prisión!
Se les proporcionarán caballos para transportarse y una mula para traer los alijos con el dinero, así como equipo básico de viaje.- Concluyó el Senescal.
- ¿Y si decidimos escapar? - preguntó Kephos ante la atónita mirada de todos nosotros. De hecho, Krups se atragantó al oírlo, y Thellor tuvo que socorrerla.
- Dentro del Imperio, todo está vigilado. Al único lugar al que pueden ir sin ser encontrados es del otro lado de la Frontera.- respondió el Senescal. Todos nos pusimos pálidos al comprender la verdad en sus palabras.
Para aquellos que no hayan leído nunca sus libros de historia, el Continente se divide básicamente en dos partes: por un lado, tenemos el Imperio, dominado por el orden y la luz; y del otro lado de la frontera, reina el Kaos.
En vista de que nuestras opciones eran pocas -cualquier persona con sentido común diría que eran inexistentes-, aceptamos la misión.
Nos dejaron descansar esa noche (si se le puede llamar descanso a dormir nuevamente en la celda) y al día siguiente nos entregaron el equipo, los caballos para transportarnos y una mula para transportar el oro adeudado.
Montamos y nos pusimos en camino. A fin de cuentas era un simple paseo por el bosque y una visita a un tranquilo pueblito.
¿Qué podía salir mal?

Prólogo

Capítulo I
Una misión | El Bosque Oscuro | El Templo de la Llama Negra

Capítulo II
La Ciudad | El Camino de la Montaña | El Templo de la Diosa

Capítulo III
¿? | ¿? | ¿?