jueves, septiembre 04, 2008

Una misión

Era una mañana como tantas otras en el calabozo. Mis “compañeros de cuarto” ya se habían levantado y el sol entraba entre los barrotes de la ventana que daba al patio.
Si no fuera porque era la fecha de nuestra ejecución, habría sido un día normal.
Esperábamos que vinieran guardias de brillante armadura a arrastrarnos al patio para terminar con nuestras miserables vidas, pero en su lugar, al abrirse la puerta aparecieron cuatro guardias de armadura negra y enormes espadas que se dispusieron de manera de cubrir todos los ángulos de la celda. Una vez ubicados, entró un hombre de elegantes ropas y altivo porte que simplemente se limitó a espetarnos un “vengan conmigo”.
Algunos dudaron un instante, pero en esa fracción de segundo, los guardias tensaron sus músculos y sujetaron el mango de sus espadas. Si eso no es motivación suficiente para acatar la orden, no sé qué lo será.
Fuimos escoltados hasta una amplia recepción donde había dispuesto un banquete. Ok, tal vez no fuera tanto, pero era mejor que la comida de la prisión.
Disfruten.- nos dijo el hombre bien vestido -Van a necesitar la energía-.
Antes de comenzar, corresponde que me presente. Soy el Senescal de Altdorf, ciudad Capital del Imperio. Algunos de Uds. se preguntarán por qué los he hecho traer hasta aquí.- dijo mientras comíamos como si fuera nuestra última cena. -Verán, tenemos un pequeño problema con uno de los pueblos cercanos a la frontera: hace ya unos meses que no han enviado el tributo correspondiente a la Corona Imperial; y consideramos que podríamos usar gente con sus... Habilidades... Para averiguar qué pasó.
Estábamos todos confundidos entre el miedo y la excitación ¡Finalmente íbamos a salir de prisión!
Se les proporcionarán caballos para transportarse y una mula para traer los alijos con el dinero, así como equipo básico de viaje.- Concluyó el Senescal.
- ¿Y si decidimos escapar? - preguntó Kephos ante la atónita mirada de todos nosotros. De hecho, Krups se atragantó al oírlo, y Thellor tuvo que socorrerla.
- Dentro del Imperio, todo está vigilado. Al único lugar al que pueden ir sin ser encontrados es del otro lado de la Frontera.- respondió el Senescal. Todos nos pusimos pálidos al comprender la verdad en sus palabras.
Para aquellos que no hayan leído nunca sus libros de historia, el Continente se divide básicamente en dos partes: por un lado, tenemos el Imperio, dominado por el orden y la luz; y del otro lado de la frontera, reina el Kaos.
En vista de que nuestras opciones eran pocas -cualquier persona con sentido común diría que eran inexistentes-, aceptamos la misión.
Nos dejaron descansar esa noche (si se le puede llamar descanso a dormir nuevamente en la celda) y al día siguiente nos entregaron el equipo, los caballos para transportarnos y una mula para transportar el oro adeudado.
Montamos y nos pusimos en camino. A fin de cuentas era un simple paseo por el bosque y una visita a un tranquilo pueblito.
¿Qué podía salir mal?

Prólogo

Capítulo I
Una misión | El Bosque Oscuro | El Templo de la Llama Negra

Capítulo II
La Ciudad | El Camino de la Montaña | El Templo de la Diosa

Capítulo III
¿? | ¿? | ¿?

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